GETAFE/La voz de la experiencia (29/12/2016) – Les voy a contar una historia de estos días, que pudo ser realidad en cualquier otra parte del mundo, pero que en este caso, imaginemos que fue en Madrid, o incluso en nuestra ciudad.
Andrés, un sin techo de 55 años, tiene un pequeño refugio a las afueras de la ciudad, en un solar abandonado cerca de un polígono industrial, allí, junto a una pared derruida. Tiene en forma de choza y unas viejas puertas cubiertas por unos grandes plásticos de una conocida marca de colchones.
–Los plásticos son muy importantes, nos quitan el viento, el rocío y sobre todo la lluvia, y no crea que paso mucho frío, tengo dos mantas y mi perrita Mari, que nos da calor a mí y a su cachorrito.
–Por favor Andrés, cuénteme lo de la niña.
–Como era día de Nochebuena me recogí más pronto, había menos gente en la calle, los comercios cerraron más pronto y todos pasaban muy deprisa, cogí mi macuto y al cachorrillo en brazos y nos vinimos a nuestra choza; una vez que preparé la cama, nos comimos un salchichón con pan entre la Mari y yo, luego me bebí una lata de cerveza y a dormir.
Sería más de la una de la madrugada cuando me despertó la perra, no paraba de ronronear y de moverse y, aunque le dije que se callara, no paró hasta que me levanté; pensé que serían chavales haciendo botellón, pero no escuche ningún jaleo, de pronto escuché como el maullido de un gatito, a veces tiran las crías recién nacidas, pero algo no me dejó acostarme de nuevo, y liado con mi manta me acerqué; y al otro lado de aquel montón de escombros, vi una cosa blanca, era una niña recién nacida envuelta en una toalla.
No sabía que hacer, ella lloraba pero sin fuerza y yo pensaba si cogerla o irme a la ciudad a buscar a alguien, y en medio de Nochebuena, la Policía Local suele pasar sobre las doce cada noche, pero ya habría pasado, y el frío que hacía…
Con la cabeza hecha un lío, se me ocurrió que junto a mi perrita y al cachorrillo, se le quitaría el frío, y eso fue lo que hice, cogí al bebé envuelto en la toalla y me lo llevé a mi choza.
Al principio, mi perrita estaba intranquila con los lloriqueos de la niña, y aunque yo creo que ya no tenía frío, ella no paraba de llorar, y nuevamente, yo no sabía que hacer, me dije, tendrá hambre, pero yo no tengo leche para darle, pero al ver al cachorro mamando pensé, la perra tiene varios pezones, puedo probar, total poco se pierde con intentarlo. No fue fácil, pero finalmente, sujetándola yo, la niña mamó varias veces, y así pasamos el resto de la Nochebuena.
Ya serían más de las ocho, el sol estaba saliendo, cuando vi a un señor que había sacado a su perro por el descampado, lo llamé, se acercó y le conté lo ocurrido, le pedí que llamara a la Policía. Al rato llego un coche de la Policía Local y una vez más, tuve que contarles la historia.
Rápidamente cogieron la niña y me dijeron que subiera al coche que nos íbamos al hospital, yo no quería dejar solos a mis perros, pero llamaron a la Protectora de Animales y me aseguraron que cuidarían de ellos muy bien hasta que yo volviese.
Después de pasar por el hospital, nos fuimos a la comisaría, donde tuve que hacer una declaración y contestar un montón de preguntas, pero lo más importante es que la niña está muy bien, y dicen que la llamarán Mari, por mi perrita, sabe.
La policía sigue investigando, para averiguar quién es la madre y las razones del abandono. Andrés ya respira más tranquilo después de varios interrogatorios, y al comprobar que sus perros han sido tratados muy bien en su ausencia.
–Todo ha terminado muy bien, la niña sigue bien, y yo estoy libre con mis perros.