GETAFE/La voz de la experiencia (23/12/2016) – Estos días navideños, todos los niños andan con cierto nerviosismo, a la espera de los juguetes que les traerán Papa Noel, los Reyes Magos o cualquier otro, todos esperan su juguete soñado o alguno de los que anuncia la TV, o aparecen en los catálogos de los grandes almacenes, y esto está muy bien, porque no hay mayor alegría que ver a un niño feliz, todos los niños deben recibir su juguete en estos días.
Asumido lo anterior, quiero plantearles algunas reflexiones sobre la felicidad de nuestros niños. Estas Navidades, si el niño recibe uno o más juguetes en casa de sus padres, algo parecido en casa de sus abuelos, tíos, etc, es muy posible que se encuentre con demasiados juguetes, y esto ya no es tan bueno.
Ya hace años, Cruz Roja constató que en el entorno que vivimos, no es bueno que un niño se quede sin recibir un juguete en estas fechas, es más, se entendía que lo ideal era un par de juguetes, o como máximo tres, y preferiblemente que no sean sexistas ni bélicos, puesto que todo influye en la educación y formación del niño.
El exceso de juguetes suele tener en la mayoría de los niños ciertas connotaciones negativas: primero, la falta de valoración de las cosas, el desapego de las mismas no dándoles importancia, e incluso abandonando algunas, tienden a no cuidarlas, a tener la sensación de que “si se rompe tengo muchas” o “me comprarán otra nueva”.
Cada tiempo es distinto, y no pretendo que hoy un niño tenga que fabricarse un carro con una lata de conservas, o un muñeco de trapo, pero les pido reflexionar sobre la cantidad y calidad de los juguetes más apropiada para nuestros niños, piensen en su felicidad como niños y como adultos en un futuro, queremos que sean felices, pero no compradores compulsivos, enseñémosles a disfrutar de lo que tienen y si es posible a compartirlo.
Podemos observar a otros grupos de niños y sacar nuestras conclusiones, los del Gallinero de la Cañada Real, que en situación de precariedad casi total, son felices, jugando y compartiendo lo poco que tienen, y si tienen oportunidad, me gustaría que conocieran a los niños saharauis. Saben que estos viven y se desarrollan en mitad del desierto, en unos campamentos de refugiados desde hace casi cuarenta años, y subsistiendo de las donaciones, y les aseguro que los niños no sólo son felices, son amables, respetuosos, risueños y muy solidarios, comparten y cuidan con esmero los pocos juguetes que tienen, son imaginativos y fantásticos desarrollando aptitudes positivas, que en el futuro les permitirá seguir siendo felices, porque sobran disfrutar de lo que tengan, sea poco o mucho.
Permítanme dos últimas recomendaciones, jamás traten de “comprar” el cariño de un niño con juguetes, porque aunque usted no lo crea, él lo descubrirá tarde o temprano.
Regale un juguete y mucho amor. Estas dos recetas nunca le fallaran.