GETAFE/El rincón del lector (19/11/2016) – En 1952 el abate Pierre clamó en una radio francesa apelando a la solidaridad de los parisienses porque, la noche anterior, había muerto de frío una anciana en el bulevar Sebastopol de París. Ese llamamiento tuvo varias consecuencias muy importantes: primera, la noche siguiente muchísimos franceses salieron a las calles buscando a los sin techo para socorrerles; segunda, el abate Pierre fundó una de las primeras ONG dedicada a luchar contra la pobreza y la exclusión social, los Traperos de Emaús; y tercera, en 1954 (dos años después de aquel suceso) la Asamblea francesa aprobó la Ley de Tregua Invernal que prohíbe que nadie pueda ser desahuciado entre los meses de octubre a marzo y, hace unos años, se incluyeron en dicha Ley disposiciones que prohíben también cortar la luz y el gas.
En 2016, ¡sesenta y cuatro años después de la muerte de aquella anciana en París!, ha muerto en una ciudad española otra anciana, abrasada porque se estaba calentando con velas ya que le había sido cortada la energía eléctrica por no poder pagarla. Ha habido alguna manifestación y algún artículo en los periódicos, nada más. La compañía eléctrica y el Ayuntamiento quieren quitarse la responsabilidad culpándose el uno al otro. Quizá se le imponga una multa (que significará un cero coma cero por ciento en la cuenta de resultados de la empresa); quizá dentro de dos, tres o más años haya un juicio que no encontrará culpables… Y nada más.
La conclusión fácil puede ser que los españoles no somos solidarios. Pero yo no lo creo, hemos dado suficientes muestras a lo largo del tiempo de lo contrario. A la gente común las consecuencias de la pobreza, el desarraigo de los inmigrantes, la soledad de los ancianos, en suma, la desgracia ajena, le golpea y conmueve.
Lo que falla no son las personas individualmente consideradas, las ONG actualmente existentes podrían dar fe de ello. Y sólo hay que examinar con detalle lo que todos conocemos: la enorme cantidad de familias que, en nuestro país, viven de la pensión del abuelo, de lo que les dan en Cruz Roja o Cáritas o de lo que pueden comer en comedores solidarios.
En mi opinión está fallando estrepitosamente el sistema. No hemos sabido aprovechar los años de bonanza económica para dotar presupuestariamente a la Ley de Dependencia; con la excusa de la crisis se ha reducido, hasta casi desaparecer, la contribución española a los países en desarrollo; los salarios han bajado hasta crear esa nueva categoría de “trabajador pobre”; y podríamos seguir con una enumeración de carencias muy larga. Pero mientras todo esto ocurre, las grandes corporaciones y empresas aumentan sus beneficios enormemente, los bancos reciben del Estado (es decir de los bolsillos de todos nosotros, también de los pobres) gran cantidad de millones, la brecha entre las rentas del capital y las del trabajo se hace más ancha… También esta relación podría ser larguísima.
Acaba de iniciarse la legislatura, se están negociando los próximos presupuestos; ¿habrá algún partido que plantee que necesitamos urgentemente una ley española como la de Tregua Invernal francesa?