GETAFE/Palabra de concejal (13/11/2016) – Hay quien me dice que escribir artículos de opinión no tiene ninguna complicación, que no hace falta ser periodista para hacer uno porque al fin y al cabo tan solo es eso, tu opinión trasladada a papel. Personalmente envidio esa seguridad que demuestran cuando lo dicen, trasladar al lector mi opinión sin vernos mutuamente los gestos, me parece, al carecer yo de oficio, una aventura muy arriesgada.
Puestos a correr aventuras y riesgos he elegido un tema complicado. Uno de esos temas en los que, dependiendo el camino que tomes, puedes terminar, como vulgarmente se dice “metido en un charco”. O lo que es peor, la limitación de caracteres que exige un artículo, el intentar compactar un tema complejo puede hacerte correr el riesgo de no ser “políticamente correcto”. Yo he elegido uno de esos temas, espero ser capaz de explicarme correctamente o me veré escribiendo esta opinión por capítulos.
Viene a cuento este artículo por las afirmaciones que se han vertido respecto de las consultas populares, afirmaciones que dicen que nos da miedo la gente.
¿Me da miedo la gente? No, rotundamente no. Bueno, no tan rotundamente. Si lo pienso unos minutos, tengo que decir que sí. Sí debería darme miedo la gente. Esa gente que ante la pérdida de vidas de refugiados en el Mediterráneo no muestra la más mínima compasión, no digamos ya solidaridad. Esa gente que pide muros más altos, vallas electrificadas; que llena los muros de Facebook de comentarios xenófobos. Toda esa cantidad de gente que con sus votos hace avanzar de manera inexorable a la derecha por Europa. Gente que no es capaz de ponerse en la piel de quien lo ha perdido todo.
Hay otra gente, esa que sí empatiza con los demás, que es solidaria. Esa que quiere participar en la vida de su ciudad, que se quiere implicar en la toma de decisiones. Esa gente no me da miedo.
Lo dije en mi artículo anterior, siempre he estado organizado, afiliado a un sindicato y un partido político. Eso significa que he participado toda mi vida en debates de documentos, en su aprobación o rechazo. Documentos que no salen de la nada. Cada punto, cada coma, es fruto de la discusión, del debate. Documentos que como dicen ahora son fruto de la elaboración colectiva, hechos de una manera participada. Porque lejos de la visión que quieren dar de la “vieja política” decidir en una asamblea si se aprueba un informe de gestión o unos presupuestos es una decisión tomada por la gente. Organizada, sí, pero con una opinión tan válida como la de cualquiera.
Pretender hacernos creer que una asamblea abierta a la ciudadanía donde participan 10 es más participada –valga la redundancia- que una de 50 personas con carné, me van a permitir que yo, a estas alturas, lo ponga en duda.
¡Lo sabía! Ya ando metido en “el charco”. Pudiera parecer que estoy en contra de abrir la toma de decisiones a la participación ciudadana. Nada más lejos de la realidad, pero entiendo que la consulta popular como súmmum de la participación es una falacia que nos lleva a extremos de someter a votación algo tan básico como los derechos humanos (recordemos la votación por el proceso de paz en Colombia). Antes de imbuirnos en continuos procesos de votación, tal vez deberíamos abrir el debate sobre si el modelo de ciudad que queremos es la suma de voluntades individuales o el fruto de debates colectivos. Para estos últimos ya nos estamos dotando de mecanismos. Ahora toca trabajarlos para que la participación se dé en ellos. Toca implicarnos para que las políticas de izquierdas se impongan.
José Velentín
14 noviembre, 2016 at 10:03
Pues creo que Javier tiene toda la razón. Una consulta abierta sin amplia información previa y sin debate sobre los pros y contras de cada propuesta es una mala herramienta. Por otro lado un problema adicional, tanto unas como otras, es conseguir que no se vote en función de quien hace la propuesta en logar de los contenidos… y parece imposible.