GETAFE/Rincón psicológico (13/10/2016) – En mi día a día recibo a muchos pacientes en consulta o en la Asociación de Esclerosis Múltiple de Getafe donde trabajo. Si hablarais con algunos de mis pacientes os dirían que soy una psicóloga atípica que me inquieta como llega el cuerpo a consulta, que les pongo a danzar y que les solicito contemplen su cuerpo después de una intensa sesión; la razón, la sabiduría del cuerpo, la escucha del mismo, el contacto con el mismo. Es bien conocido el dicho de «el cuerpo habla lo que las palabras no expresan» y así es: nuestro cuerpo tiene el poder de somatizar todo aquello cuanto no somos capaces de expresar con palabras: el dolor, la alegría, la tristeza pudiendo conducir a enfermedades menores como resfriados, dolores musculares a otras más importantes como fibromialgia o incluso tumores.
El trabajo corporal es un trabajo importantísimo a la hora de trabajar nuestras emociones. Podemos levantarnos tristes, abatidos, cansados… si por un instante tomamos conciencia de nuestro cuerpo y nos paramos a observarlo, escucharlo, nos daremos cuenta que nuestros hombros se encuentran menos elevados de lo habitual, nuestros párpados más caídos y menos abiertos, y nuestro cuerpo no se mantiene firme al caminar. Estos signos nos permiten ser conscientes de cómo está nuestro cuerpo a nivel físico y así de qué forma poder actuar. Si nos mantenemos el resto del día en ese estado corporal es muy probable que a lo largo del día sigamos permaneciendo en el estado de tristeza pero si reeducamos a nuestro cuerpo, nos hacemos responsables de él y lo habitamos, podemos empezar a caminar con presencia, intentando poner elevados los hombros, intentar abrir bien nuestros ojos para contemplar y observar todo aquello que nos vayamos encontrando por el camino de esta forma observaremos como nuestro estado de ánimo va a ir mejorando poco a poco.
Algunos pacientes hablan de una posible magia al mejorar, pero la explicación es sencilla, nuestro cuerpo va conforma una simbiosis con nuestra mente, van unidas de la mano.
No consiste en negar mi estado emocional, al contrario, consiste en ser más conscientes de él.
Incorporar como hábito saludable observar cada mañana como me siento y cómo estoy nos ayudará a aceptar ese momento y ser consecuentes con él. De esta forma nos ayudará a comprender qué me pasa hoy, por ejemplo, si dormí de una mala postura que ha podido repercutirme en la emoción de sentirme mal y actuar en consecuencia.
Existen muchas investigaciones de la relación cuerpo-mente. Alexander Lowen, médico estadounidense, ya nos hablaba de ello en sus estudios de bioenergética; y la kinesiología, la ciencia que se dedica al estudio del movimiento corporal también nos lo recuerda.
La danza y todo lo que conlleve el movimiento expresivo, corporal, nos permitirá no solo adquirir mayor elasticidad en nuestro cuerpo sino también romper la barrera emocional que nos separa de él.
Así que os invito a danzar, a danzar con vuestro cuerpo para escuchar vuestra alma.
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