Son muy pequeños pero ya imponen su ley en casa. No aceptan un no por respuesta, gritan, tienen continuos ataques de ira, amenazan, insultan, pegan, etc. y con el paso de los años pueden llegar a dominar completamente la vida de sus padres y la de los otros miembros de la familia. Es lo que conocemos con el nombre de “síndrome del emperador”.
Algunos de los síntomas que pueden hacer sonar la señal de alarma son:
Aunque generalmente se tiende a culpar a los padres del comportamiento de sus hijos, lo cierto es que no existen estudios concluyentes que determinen una causa única, sino que parece que existen varios factores que pueden tener una influencia significativa en la aparición de estos síntomas:
Factores genéticos: parece que los niños con este tipo de trastorno del comportamiento, tienen mayores dificultades para desarrollar emociones (empatía, amor, compasión, arrepentimiento, etc.)
Factores sociales: vivimos en una sociedad de consumo en la que prima la satisfacción inmediata.
Factores familiares: algunos padres ejercen un estilo educativo muy permisivo, sin establecer límites a la conducta de sus hijos y cediendo a sus caprichos con el fin de evitar el conflicto y la temida rabieta, reforzando así el comportamiento inadecuado de sus hijos.
¿Qué pueden hacer los padres?
La detección precoz del problema es fundamental para poder tratarle y que este no se agrave. Estas conductas inapropiadas pueden irse corrigiendo si se establecen patrones educativos y afectivos adecuados. Algunos consejos que podemos dar los padres son:
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