El trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) suele ser unos de los motivos más frecuentes de consulta entre los profesionales de salud que trabajan con población infantil. Se estima que aproximadamente el 5% de los niños padece este trastorno, siendo más frecuente entre los niños que entre las niñas. No existe una causa única en la aparición de la hiperactividad (aunque parece existir un fuerte componente genético) y sus manifestaciones clínicas pueden ser muy heterogéneas, es decir que puede existir una gran variabilidad en la sintomatología de cada niño y presentarse de formas diversas.
Aunque parece que el TDAH está de moda, las primeras referencias que tenemos datan de 1865. Pero a pesar del conocimiento que tenemos actualmente de este trastorno, el TDAH se sigue diagnosticando tarde y mal. En efecto, el hecho de confundir a menudo TDAH y mal comportamiento, no solo retrasa el diagnóstico sino que se están diagnosticando niños que son muy activos pero que nada tienen que ver con TDAH.
El niño con TDAH es mucho más que un niño movido. Las consecuencias de esta patología son numerosas y puede tener consecuencias a corto, medio y largo plazo en diferentes áreas de la vida del niño. Veamos algunas de ellas:
Por todo ello, es de vital importancia la detección precoz del trastorno con el fin de determinar (y limitar) las dificultades de cada niño y poder establecer un plan de acción adaptado a cada uno de ellos, incluyendo aspectos médicos, psicológicos, cognitivos, familiares y escolares.
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