El 2 de septiembre una imagen conmocionaba al mundo: la del pequeño Aylan en la playa. Su cuerpo sin vida era el reflejo de una barbarie: los problemas a los que se enfrentan los Sirios que huyen de la guerra para encontrar refugio en Europa. Por aquel entonces ya se hablaba de cifras, de cuotas, de cuánta gente debía acoger cada país… y fueron los ciudadanos los que dieron ejemplo con una explosión de solidaridad que cuatro meses más tarde se ha desdibujado.
272 es la cifra de la vergüenza europea. El compromiso era reubicar a 160.000 refugiados; de ellos a España llegarían 16.231. Únicamente han hecho ese viaje 272 en toda Europa; nuestro país ha acogido a 18. Solo entre la fatídica foto que conmovió a todos y el mes de octubre, en apenas dos meses, habían fallecido unos 70 niños en el Mediterráneo. Aylanes olvidados. Y miles de personas siguen llegando a Turquía, a Grecia…
Pero, ¿qué fue de la solidaridad popular? ¿De tantas casas que ‘abrieron’ sus puertas para los refugiados que nunca llegaron? En Getafe se abrió una Oficina del Refugiado, que pretendía canalizar todos los recursos disponibles para hacer frente a una eventual avalancha de refugiados que entonces se preveía y que no es probable que se produzca. El balance es de 20 voluntarios inscritos y dos aportaciones de vivienda para refugiados, además de algunas donaciones de dinero y de ropa que se derivan a Cruz Roja.
La Oficina trabaja codo con codo con el CEAR (Centro Español de Atención al Refugiado) que hay en el Sector III y que ante el goteo de llegada de refugiados es más que suficiente para dar respuesta a las necesidades de los pocos que se van incorporando a este programa con las 174 plazas que puede aportar. La necesidad no es tanto a su llegada, donde el CEAR les facilita el alojamiento en su centro durante 9 meses o 1 año, como la integración después en el municipio. Desde la Oficina del Refugiado facilitan gestiones de empadronamiento, escolarización, sanidad… Pero es cuando dejan de depender directamente del CEAR cuando es necesaria la ayuda de voluntarios para atender las necesidades de idioma, acompañamiento, incluso simple amistad. «Son personas que llegan en una situación muy delicada, con historias detrás muy duras y que hay que saber cómo tratarlas».
Para esta labor que requiere mucho de psicología y de pedagogía se ha realizado un curso para funcionarios, sobre todo del área social, que reunió a medio centenar de personas; se está planeando realizar el mismo curso para voluntarios.
La respuesta desde el ámbito local no puede ser mucho mayor, ya que no hay competencias para gestionar las solicitudes de asilo, que se tramitan directamente desde el Ministerio, pero los técnicos responsables aseguran que se podría gestionar sin problemas los cerca de 3.000 refugiados que estaba previsto que llegaran a la Comunidad de Madrid en dos años. «Es una cifra irrisoria», dicen. Pero los refugiados no acaban de llegar.
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