Sucedió hace dos noches. Estación de cercanías del Sector III. Siete de la tarde. Los viajeros se disponen a salir a la calle, cuando, ¡sorpresa!, la puerta está cerrada. No había personal de Renfe, ni guardias de seguridad, ni siquiera un intercomunicador para poder avisar de la situación. ¿Solución? Llamar a la policía, que se personó una hora más tarde.
Entre tanto, en la estación comenzó a acumularse la gente proveniente de los trenes que seguían dejando viajeros a su paso. Alguno no aguantó la espera y saltó la cancela, con el consiguiente riesgo.