Con el comienzo de la segunda ronda de asambleas vecinales organizadas por el Gobierno municipal se ha iniciado el debate alrededor de la participación ciudadana, uno de los temas más importantes para esta legislatura recién iniciada. Para conocer su importancia, un dato: es la propia alcaldesa quien se ha otorgado el título de concejala de Participación Ciudadana.
En estos días, Pleno incluido, hemos escuchado diferentes voces a favor y en contra. Que en muchos casos quedan desautorizadas por sus propias actuaciones; pero no es mi objetivo entrar en el “juego político”, considero más necesario profundizar en cuestiones básicas como la legitimidad de la participación ciudadana.
Comparto con los más críticos que no es participación “una reunión de 20 compañeros de partido en un centro cívico”, ni tampoco creo en la “indiscutible” legitimidad de una “asamblea” por muy diversa, plural y concurrida que esté una tarde de invierno al calor de calefacción del mismo centro social.
Debemos partir de la base de que sin la implicación real de los vecinos en estos procesos participativos pierde absolutamente su sentido, creo que, aunque en aumento, aún no estamos suficientemente concienciados de la importancia de los asuntos que se encuentran más cercanos a nuestras vidas y lo necesario que es nuestra participación en ellos.
La cuestión de la legitimidad de la participación no es baladí, quienes no creen en la participación lo usan de manera certera. Pero esta no es una cuestión filosófica que nos encontremos por primera vez en la historia los vecinos de Getafe. La ciencia política lleva miles de años trabajando en ella, y hasta ahora solo encontró una solución: la democracia representativa.
Cierto es que nunca en la historia de la humanidad el ser humano dispuso de herramientas de interconexión como en estos momentos. Están quienes desconfían de las nuevas tecnologías, pero no creo que vayamos a decidir sobre temas tan importantes para la aparición de piratas informáticos o grandes conglomerados empresariales capaces de influir en nuestras decisiones. Seamos serios.
Sinceramente, un modelo de participación real y efectivo, pasa, por la creación de “consejos”, “asambleas” o como lo quieran llamar por barrios o distritos donde los “otros” representantes de los ciudadanos tengan tanta legitimidad como los elegidos en las urnas cada cuatro años. No pueden ser los representantes de la sociedad civil estructurada, asociaciones de vecinos, clubes deportivos o entidades de todo tipo, dado que han perdido la legitimidad de la que gozaron a finales de los 70 principios de los 80. ¿Cuántos de ustedes están afiliados o son socios de ellas? Es necesario elegir a los representantes de los vecinos en los órganos de participación de una única manera: votando.
En Getafe, nuestra alcaldesa, sin ir más lejos, fue apoyada por el 28% de los vecinos que fueron a votar. Un vecino de Perales del Río simplemente necesitaría de algo más de 500 votos para tener la misma legitimidad que ella en su “consejo” o “asamblea”. Evidentemente me refiero, antes que las hienas partidistas me salten al cuello, a un proceso electoral reglado, cuestión que debe estar plasmada, con todas sus garantías, en un nuevo reglamento de participación ciudadana.
Evidente que no creo que este órgano deba ser omnipotente. Sus facultades deben ser regladas y desgraciadamente no podrá invadir las competencias de los órganos superiores: Pleno y Junta de Gobierno. Espero de nuestros políticos, quienes en su día, sin ir más lejos, nos pidieron la cesión de nuestra soberanía a instancias supranacionales véase la Unión Europea, la capacidad para ceder una parte de su propia “soberanía” en aras de una participación real y efectiva.
Además, para que esta participación sea más amplia aún, creo que cuestiones como los presupuestos participativos, es decir, dónde gastamos el dinero en nuestro barrio, sí pueden entrar en ese proceso de votación, como pasa en países como Suiza. Dicen que la gente no tiene tiempo para ir todos los meses a una asamblea, y lo mismo tienen razón, pero creo que sí pueden ir muchos vecinos, incluso el 60 % que votan cada cuatro años, a decidir una vez al año quién es su representante vecinal, qué calles toca asfaltar o qué inversiones se deben priorizar en el barrio. Eso es participación ciudadana.
Si esta votación además se pudiera realizar, de manera segura, y esto ya es posible a través de las nuevas tecnologías, podríamos lograr índices de participación superiores a las propias elecciones de cada cuatro años, y con un coste bastante inferior.