El resultado de las elecciones catalanas garantiza que el problema de la relación entre España y Cataluña va a continuar. España tiene un problema de identidad colectiva, del que Cataluña es una manifestación. Los Partidos soberanistas han ganado claramente las elecciones. Pero los ciudadanos no han votado mayoritariamente por la independencia. La lectura de las elecciones en clave plebiscitaria es un fracaso para los partidos independentistas.
Hay muchos catalanes que quiere vivir aparte de los españoles, y los políticos soberanistas se sienten legitimados para vulnerar la legalidad constitucional, tienen su Plan diseñado paso a paso. Hace falta trabajo y diálogo en el marco del respeto a la Ley, base de nuestra convivencia. Frente al independentismo se necesita también un Plan. Cabe apuntar su itinerario político:
El Gobierno debe dialogar con los Partidos que no apuestan por la independencia de Cataluña para reflexionar sobre las medidas que se pueden adoptar si se produce una declaración unilateral de independencia del Parlamento de Cataluña y otras acciones de desobediencia civil. Separemos la paja del trigo. Sólo hay que hacer lo necesario para que Cataluña no se convierta en un Estado de hecho a la luz de la opinión pública internacional. La exigencia de responsabilidades por la consulta organizada por Mas es fútil y torpe por su intrascendencia para aquél fin. Es como si alguien grita en la puerta de nuestra casa que nuestro piso es suyo, un esfuerzo inútil que le conducirá a la melancolía.
España necesita un proyecto político nuevo. Hay que revisar la Constitución de 1978. Las próximas elecciones generales deben ser constituyentes, y los Partidos políticos deben presentar un programa de reformas de la Constitución.
Es urgente la celebración de un acuerdo colectivo sobre la identidad española y sus elementos esenciales. La lengua, la cultura y la historia de España deben contar con un reflejo más claro en la Constitución y asegurar que esos elementos de identidad son respetados y fomentados en los territorios españoles mediante políticas activas.
La reformación de las instituciones del Estado español es prioritaria: la justicia, la ley electoral, el parlamento, los partidos, las televisiones públicas, los organismos reguladores, la garantía constitucional de los servicios públicos, las medidas estructurales de lucha contra la corrupción y la regulación del poder económico merecen serias reflexiones y medidas constitucionales.
La reforma constitucional debe resolver el reparto de competencias entre el Estado y las CCAA, revisar el sistema de financiación para que las CCAA que más aportan no desciendan en los puestos de financiación, sin romper la cohesión e igualdad de derechos en España, y reconocer los elementos de identidad de los territorios de España.
La Constitución debe arbitrar instrumentos claros de salida del proyecto español. Conviene dirigir la mirada a la experiencia anglosajona para establecer la mejor regulación posible de la separación, si esa es la voluntad mayoritaria de una parte de la sociedad española. La negociación con todos los pueblos de España sobre este punto es esencial, sin exclusiones, salvo la de aquellos que se hayan descalificado a sí mismos por el uso o justificación de la violencia o la ruptura de la legalidad constitucional o de las normas de convivencia. A pesar de haber llegado en una situación dramática a estas elecciones, los catalanes no han apoyado la independencia en número de votos, y los Partidos soberanistas han sido derrotados en la provincia de Barcelona. Cualquier marco legal coherente de separación de un territorio supondría que Cataluña sería Estado independiente, sí, pero sin Barcelona.
Los catalanes nos están diciendo que España no va por buen camino, y en ese punto, merece la pena considerar sus razones. Hay que apuntarse a las reformas de nuestro marco de convivencia, y después a refrendarlo, con los votos, en toda España, y después en los territorios que lo deseen. La ciudadanía no podrá votar informadamente si no se garantiza, mediante reformas, la absoluta neutralidad de todas las TV y radios públicas, estatales y autonómicas. Siguiendo estos pasos España recuperará el afecto de toda la sociedad española, y de una mayoría de la sociedad catalana, porque todavía una buena parte de los catalanes quiere a España, la mayoría. Los españoles debemos demostrar que tenemos algo que hacer juntos en el futuro y, así, ganaremos cualquier desafío que se le pueda plantear a España. Hay que sustituir la inacción del Gobierno por un nuevo proyecto nacional que profundice en la democracia. Y en ese camino, seamos sensatos, no invoquemos torpemente la aplicación de la Ley, no desgatemos a los Tribunales, ni llamemos a los Generales, como a algunos les gustaría. Rigor, cuando sea necesario, trabajo, dialogo, proyecto y democracia, esas son las claves.