Decenas de miles de refugiados se agolpan en las fronteras con Europa buscando un futuro. La gran mayoría de los que han dado el salto durante el verano proceden de Siria, cuya guerra está obligando al exilio a miles de personas que han visto como su vida allí se truncaba y tenían que huir. Su objetivo es principalmente Alemania, donde las ayudas son más amplias que en España, donde el refugiado apenas dispone de 6 meses de cobertura y después queda desprotegido.
Europa no ha sabido hacer frente a este problema que hoy se adquiere dimensiones catastróficas con imágenes vergonzosas en las márgenes de la UE donde se instalan alambradas para tratar de frenar la avalancha de gente. Ni siquiera las cuotas previstas dan cobertura suficiente para paliar la magnitud del problema, donde España ha mostrado su insensibilidad al aceptar únicamente 2.739 personas alegando la saturación de los recursos. Ayer, ante Merckel, Mariano Rajoy admitió que esa cifra se podría estudiar. Pero no dio datos.
Han sido los ciudadanos españoles los que han querido romper con esa sensación de insolidaridad y han comenzado a tejer una red de ciudades de acogida entre las que ya han anunciado que se sumarían Barcelona y Madrid. De momento, Getafe no ha dado el paso.