Las intenciones de cualquier Gobierno cuando entra en el poder rozan la sublimación. Todo es transparencia, accesibilidad, imparcialidad, participación… ganas de hacer las cosas de forma diferente a como las hicieron sus antecesores. Y cuando pasan los días esa motivación se pervierte, se olvida, o se aparca en pro de un fin superior cuyo conocimiento queda fuera del alcance del ciudadano común. Unas veces es la burocracia, otras la imposibilidad legal de acometer algunas acciones, y las más de las veces es falta de voluntad política. Pero las buenas intenciones se quedan en eso, en intenciones que únicamente la hemeroteca acabará recordando.
Y en este inicio de legislatura 2015, como un deja vu que asalta a la memoria de los presentes (alguno se acordará de las ‘auditorías de infarto’), llega la tan traída auditoría. Que ya no va a ser ciudadana, se la ha bautizado con un nuevo nombre: de austeridad. Poco importa cómo se llame, al final lo que interesa son sus frutos y en la memoria reciente queda la misma intención que acometió el PP nada más llegar al poder. «Haremos una auditoría, no dejaremos cajón sin abrir», fue la promesa del entonces recién estrenado alcalde popular Juan Soler. Pero de aquella auditoría (de la que hoy nos enteramos que sí se llegó a contratar… con una empresa de la Púnica) nunca más se supo. Ni los cajones se abrieron, ni la transparencia brilló, y los ciudadanos se quedaron con la sensación de que se les había tomado el pelo… una vez más.
Esta vez va en serio. Eso dicen y eso decían también los de antaño. Pero fe queda poca. Los plazos, por de pronto, parecen cuando menos candorosos: tener los primeros resultados a finales de año, cuando tiene que haber un concurso público abierto para la adjudicación de esta auditoría parece misión imposible. Pero hay muchas cosas que hacer mientras tanto en pro de la transparencia, como permitir el acceso (ya son varios los concejales que se han quejado y algún que otro ciudadano también) a los expedientes que se solicitan. Eso sí está en manos de los actuales gestores. Si el resto son fuegos de artificio, solo el tiempo lo dirá.