En Getafe se respira de otra manera. Se siente un aroma de libertad que inunda los pasillos sobre todo del Ayuntamiento, pero también de la ciudad. Apenas han pasado 10 días desde la investidura del nuevo Gobierno y una semana desde que se conociera el reparto de competencias entre los ediles del PSOE, pero la maquinaria de trabajo se ha puesto en marcha de forma veloz. Capitaneado por Sara Hernández que lidera hasta el momento cualquier paso que se dé en el consistorio (tarde o temprano tendrá que comenzar a delegar), el Gobierno ha decidido coger el timón del barco y abrir las puertas de la participación. Ya hay convocadas asambleas de barrio para conocer la opinión de los vecinos. Ahora falta saber si realmente las ansias del ciudadano de tomar parte en política y opinar son tales o se queda todo en palabrería. La voluntad de escuchar está ahí; ahora toca participar.
Los primeros que tienen oportunidad de hacerlos son los vecinos de Tirso de Molina. El proyecto de la plaza se ha dejado en suspenso a la espera de las reuniones con aquellos que se movilizaron contra este proyecto y que tienen ahora la oportunidad de expresar sus ideas.
Pero no ha sido esa la única iniciativa puesta en marcha. Los comedores escolares están en funcionamiento. Se ha trabajado rápido porque las clases acababan el viernes pasado y muchos niños se podían ver privados de un servicio esencial que sirve para que, al menos una vez al día, hagan una comida completa. De momento son 200 niños los que se han incorporado, pero las peticiones siguen llegando.
Con el preocupante asunto de los desahucios también se han puesto manos a la obra. Hoy reunión con los bancos, el jueves se cita la comisión antidesahucios y la semana pasada ya se dio solución habitacional a una de las víctimas de esta problemática.
Hay esperanza e ilusión en el vecino. Porque el Ayuntamiento debe ser una administración cercana, y en los últimos años se había convertido en un núcleo de sectarismo y opresión. Parece que llegan nuevos tiempos cargados de libertad. El vecino reclamaba espacios para hablar y alguien que estuviera al otro lado para escuchar.