Se le veía por las calles de Getafe, repartiendo sus pequeños libretos de poemas y pinturas a cambio de una moneda. Se había convertido en una estampa permanente del centro de la ciudad, en alguien que si pasaban muchos días sin verle, se comenzaba a preguntar por él. «¿Alguien ha visto al Canario?». José Raúl Díaz Viera falleció el pasado sábado a los 60 años de edad, dejando huerfána de sus poemas a la calle en la que pasó gran parte de los últimos años. Músico, artista, escritor y pintor, son las facetas con la que le gustaba describirse.
El poeta callejero
Susana Zorraquino, marzo de 2007
Es un bohemio. José Raúl Díaz Viera (Gran Canaria, 1954), conocido como El Canario, se define como “músico, artista de cine, escritor y pintor” y es, ante todo, un caballero cortés. Coloca su órgano en la calle Madrid, su gorra en el suelo y confía en ganar unos céntimos. O distribuye sus libros o sus cuadernos de pintura a los peatones. Con unas de esas monedas invitó a la entrevistadora a un café. No permitió que fuese al revés. Para la despedida, un beso en la mano. Viera, como así firma sus cuadros, tiene la música como pasatiempo porque con ella “no se saca”.
La supervivencia se la ofrece la literatura, vendiendo sus ejemplares en la calle: ferias del libro, terrazas, plazas o bares. Tiene publicados más de cien títulos entre poemas, relatos, cuentos y novelas. Una de estas últimas participó “en el Planeta en 1983. No ganó y luego la publiqué por mi cuenta, que fue un sacrificio”. Se inició en la escritura con El isleño va corriendo, y su primera obra publicada fue en 1978, un poemario que se llamaba Mi alma guanche entre los surcos del destino y que agotó 12 ediciones.
La estirpe de Díaz Viera se estableció en Getafe en 1967. Desde entonces la localidad ha sido su residencia “pero he pasado gran parte de mi vida en los vagones del tren y en hostales o pensiones de toda España”. Con exactitud recuerda cifras, fechas… “Me hice más de dos millones de kilómetros en tren, setecientos cincuenta mil en autobús, miles en taxis y miles en aviones” para difundir sus textos. Hasta Florida (EE UU) ha llegado su letra.
Como organista empezó en 1975 en un grupo local llamado JUNK. Dos años más tarde se inició en el mundo cinematográfico como extra en películas de Pepe Sacristán. En aquella época coincidió en un rodaje con Almodóvar. “Continué luchando pero no logré nada”. Se incorporó en TVE como auxiliar artístico, realizando labores de animación y como especialista.
Se sintió “marginado” en el círculo del cine. “Me vi tan tirado que decidí lanzarme a la calle para sobrevivir”. Y se convirtió en su medio de vida. “Estoy muy a gusto aquí. Me encanta, soy feliz”. Pero no llena su bolsillo. “No tengo un duro. Se lo comen las imprentas”. Hace unos meses “tuve que malvender” un órgano Hammond, antiguo.
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