Sobre el jardín vertical pesan varios misterios que según pasa el tiempo se comienzan a aclarar. El primero de ellos es cómo pudieron secarse una parte importante de las plantas que lucen en la pared. La versión oficial, capitaneada por el concejal de Presidencia, Manuel Ortiz, habla de vandalismo y de sustancias tóxicas que envenenaron el jardín vertical. La extraoficial, habla de un fallo mecánico y de «una avería en una de las bombas que se encargan de regar el citado jardín», como sugieren desde el sindicato municipal que representa a los policías CSIT-UP.
Y es que la policía se ha convertido desde ese momento en guardían del jardín, custodiándolo día y noche, en un derroche por el que ya se han preguntado partidos políticos como el PSOE. El sindicato ha manifestado su descontento por esta labor pidiendo «emplear a la policía local en cosas más productivas durante el verano, como la vigilancia de locales y viviendas que se encuentran cerradas con motivos de las vacaciones».
Porque además se ha puesto en duda la profesionalidad de los efectivos allí destinados. Con una vigilancia permanente, el concejal Manuel Ortiz, denunció que se había producido otro ataque vandálico y que se habían llevado sendas losas de granito. Esa ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los agentes. «No hubo ningún acto vandálico perpetrado en la última semana en relación con la rotura de las piedras que tiene en su base el jardín vertical, los hechos denunciados como vandálicos y aireados en los medios de comunicación son simplemente mentira». Así de claros se muestran desde el sindicato, a la vez que explican los hechos: «Las piedras fueron retiradas por miembros de la policía local al comprobar que las losas se encontraban sueltas y podían ocasionar un accidente, sobre todo en el caso de menores que se acercaran a la fuente; estos hechos se pusieron en conocimiento del jefe de servicio y se dejó el correspondiente informe».
Ni actos vandálicos, ni robos de losas, ni ataques al jardín vertical. Y los perjudicados en este caso son los policías municipales, que además de tener que realizar una bochornosa labor vigilando las 24 horas del día un elemento decorativo, ven como se pone en duda su profesionalidad «todo con el afán de alcanzar notoriedad política y espacio en los periódicos. Es necesario dejar claro de nuevo que cuando se nos encomienda una vigilancia la llevamos a cabo de forma diligente, por ese motivo no toleramos las mentiras que ponen en entredicho nuestro trabajo».
Queda un tercer misterio aún no resuelto: ¿Cuándo finalizará la vigilancia permanente? ¿Y cuándo se conocerá el coste que ha supuesto para el Ayuntamiento?
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