Muchos españoles lucharon durante décadas para conseguir la libertad que el franquismo nos había robado a todos. Pero esa lucha difícilmente hubiera sido exitosa si, tras la muerte del dictador, nuestros dirigentes políticos no hubieran apostado por los valores de la democracia. Como máximo estandarte de esa época, Adolfo Suárez representa mucho más que un expresidente de España, es la imagen y el símbolo de una época: la Transición.
Antes, durante y después de que se colocara al timón de aquel viaje tormentoso, Suárez tuvo que enfrentarse a cientos de dificultades que no le impidieron hacer llegar la nave a buen puerto. Y la vida, que muchas veces es injusta, acabó por arrebatarle hasta los propios recuerdos de sus logros. Por esa misma razón somos todos aún más responsables si cabe, de perpetuar su memoria junto a los valores de la Libertad y la Democracia, de los que no hace tantos años carecíamos en nuestro país.
Echando la vista atrás, aunque encarando siempre el futuro que nos queda por mejorar, Suárez trasciende en ocasiones de un partido político concreto y se nos presenta como el valedor de una ideología que lo engloba todo. Unos valores que permanecen vivos en nuestros días y que junto con la memoria histórica deben hacernos sentir orgullosos de lo que entre todos hemos conseguido.
Desgraciadamente la muerte de Adolfo Suárez nos devuelve ahora los fantasmas de otra época, que hoy en día parecen reproducirse en algunos sectores políticos de este país. Por eso es más que necesario recordar que hubo un tiempo en el que, por no poder, no podíamos ni expresar nuestra opinión. Que hubo una vez en la que todos decidimos apostar por unos principios que años más tarde se transformarían en derechos. Derechos que muchos siguen empeñados en robarnos, pero que por respeto a la memoria de Suárez y de otros muchos que ya no están y que también dedicaron su vida a un proyecto común, tenemos la obligación y el deber de seguir defendiéndolos en favor de la Democracia y de la Libertad.
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