Los trabajadores de la fábrica de Coca-Cola en Fuenlabrada inician este viernes una huelga indefinida en protesta por el cierre que planea la empresa con su correspondiente despido de cerca de 600 empleados que se encargan del embotellamiento del producto. La negociación entre empresa y sindicatos no prospera, el ambiente es «muy negativo». Más allá de confiar en que la huelga que se inicia este viernes sirva de algo, el sentir de los trabajadores, que este jueves han celebrado varias asambleas, refleja un hilo de esperanza en la opinión pública.
Tras cerrarse el proyecto de integración de las embotelladoras de Casbega, Colebega, Cobega, Rendelsur, Begano, Norbega y Asturbega en un embotellador único el pasado 17 de febrero en 2013, y con el reparto de competencias, Coca-Cola anunció que la plantilla del embotellador único sufrirá un ajuste en el que se verán afectadas un total de 1.250 personas.
Durante esta semana, empresa y sindicatos han mantenido varias reuniones sin que en ninguna de ellas haya habido visos de acuerdo, dado que los sindicatos rechazan las indemnizaciones propuestas por la empresa, denuncian «deslocalización» e insisten en que no hay motivos para el ERE, «producto de la reforma laboral».
La multinacional de bebidas refrescantes, que cuenta con 4.200 trabajadores en España, ajustará su plantilla en un 30 por ciento con una reestructuración que afectará a 1.250 empleados, la mayor parte, unos 750 serán despedidos, mientras que otros 500 serán recolocados en otras plantas de la firma. Este extremo es negado por los sindicatos que dicen que tal recolocación «no existirá».
Además, la compañía de bebidas refrescantes prevé que aproximadamente unos 350 personas, la mitad de los trabajadores, salgan de la empresa mediante prejubilaciones, por lo que el número de despidos efectivos rondaría los 400.