Los 8.000 correos de Miguel Blesa mientras estuvo al frente de Caja Madrid y que se van haciendo públicos (aunque han sido retirados de la causa judicial), evidencian las guerras de poder entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. La entidad bancaria era el punto común donde un amplio número de dirigentes populares ponía en juego sus intereses económicos, favores a amigos o negocios multimillonarios. A pesar de que Blesa respondiera al hijo de Aznar con un rotundo «no es mi cortijo», ante la presión para que asumiera una operación muy por encima del valor real, los datos dicen lo contrario.
El control de Caja Madrid era una necesidad para el PP que batalló por su control encarnando luchas de poder fraticidas. Algunas de ellas dirigidas a descabezar a Blesa de la dirección de la entidad: Esperanza Aguirre quería imponer al actual presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, en la presidencia. El protegido de José María Aznar y al que apoyaba también firmemente Alberto Ruiz-Gallardón, consiguió zafarse de esa presión. Cada batalla ganada era un triunfo que celebraban vía e-mail: «Es la enésima vez que Nacho González y la rubia [Esperanza Aguirre] se llevan un revolcón. Aprenderán? A los del pacto se les ha vuelto a quedar cara de gili… Felicidades¡¡¡”. Blesa contesta a su lugarteniente: “Prudentes pero es un triunfo”. “Es una batalla, pero no la guerra. Pero un bofetón a la rubia. Llega un momento en que todo te produce satisfacción. Atento a los próximos días. Un abrazo”, responde Blesa en otra ocasión.