La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
Antonio Machado
GETAFE/Todas las banderas rotas (9/2/2022)- Vaya por delante, antes de entrar en la materia de la que van estos dos artículos, que estoy de acuerdo con la reforma laboral votada el pasado día 3. Pero lo que diré a continuación no va de su contenido, sino de lo que opino sobre lo que ocurrió antes y durante su votación. Para ponerlo en contexto me valdré de lo mucho que innumerables periodistas han publicado en estos días.
ERC, PNV y otros partidos de los que se han llamado “de la investidura”, durante los días previos, habían dejado claro que iban a votar no. En consecuencia, el gobierno se vio obligado a buscar los votos que le hacían falta entre los de la derecha; esto podrá gustar más o menos a unos u otros, pero entra dentro de la normalidad, cualquier gobierno hubiera hecho lo mismo.
El PNV pone como condición para dar el sí que los convenios autonómicos prevalezcan sobre los nacionales como figura en el texto acordado por el gobierno con los sindicatos y los empresarios. Con ello pretende contentar a los sindicatos de ámbito vasco y, así, afianzarse políticamente en el País Vasco quitándole fuerza y protagonismo a EH Bildu.
ERC, por su parte, no se refiere al contenido del texto a votar, sino que critica que se ha quedado demasiado corto en las aspiraciones que tenían (lo califica de “humo”), que el parlamento debe poder enmendarlo si así lo considera, que no se ha negociado con ellos… Cuando Ciudadanos se ofrece a votar sí, critica que se vaya a contar con la derecha para tapar el hueco que ellos y el PNV dejan.
Como aún no salen las cuentas, es aquí donde entra en juego Unión del Pueblo Navarro, partido aliado del PP. El PSOE navarro acaba de sumarse a una moción de reprobación contra el alcalde de Pamplona (de UPN) por lo que ese partido le pide que retire ese apoyo a cambio de votar sí a la reforma laboral. Después de muchos contactos telefónicos en los días anteriores a la votación, el PSOE aceptó retirarse de la moción y, además, se comprometió a apoyar una partida de 27 millones en el ayuntamiento de Pamplona, con lo que se aseguraba que la reforma laboral saldría adelante en el Congreso (o eso creía).
Durante el día de la votación de la reforma laboral, los dos diputados de UPN en el Congreso aseguran a todo el que les pregunta –periodistas, dirigentes del PSOE y otros- que, aunque no comparten la postura oficial de su partido, votarán de acuerdo a las directrices del mismo, es decir, a favor. Esto se lo confirmaron a la dirección del PSOE poco antes del comienzo de la votación.
Pero, como todos sabemos, los dos diputados de UPN votaron no a la ratificación de la reforma laboral propuesta por el gobierno, contrariando tanto la posición oficial de su partido, como las aseveraciones hechas a todo el que les quiso oír a lo largo del día.
Hecho el recuento, la presidenta del Congreso anuncia que el real decreto no se ha aprobado y la bancada de la derecha estalla en vítores y aplausos.
Mientras la de la izquierda queda totalmente abatida; los diputados de PP y Vox se vuelven hacia los de UP con ostensibles gestos de agradecimiento. Segundos después la presidenta reconoce haberse equivocado en el recuento y anuncia que la reforma laboral ha sido aprobada y las reacciones se invierten: en los escaños de la izquierda explota la alegría y los aplausos mientras el abatimiento cae sobre los de la derecha.
Mención aparte merecen los miembros de los partidos de la investidura que habían votado en contra (PNV y ERC especialmente): durante los segundos en que la derecha se creyó vencedora, sus caras y gestos eran de abatimiento, pareció que no se consideraban vencedores; cuando cambiaron las tornas, al ver que la reforma laboral salía adelante, lo que se percibía en ellos era una sensación de alivio.
A partir de ese momento lo que se instaló en todos, tanto entre los diputados como entre los espectadores de todo aquel circo, fue la perplejidad: ¿qué había ocurrido? Que, como señalaba la pizarra luminosa, los dos diputados de UPN habían votado en contra pero un diputado del PP lo había hecho a favor, equivocándose al votar telemáticamente. A partir de aquí se desató el escándalo. El PP, con gritos y aspavientos, exigía a la presidenta que se revisara ese voto, que había ocurrido un “error informático”, que se considerara negativo, que se permitiera al diputado en cuestión volver a votar, etc.
Hasta aquí los hechos según el relato recogido de los periódicos, que he procurado hacer sin valoraciones, con toda la neutralidad de que he sido capaz.
En la segunda parte de este artículo expondré mi opinión sobre lo que esta situación me sugiere.