GETAFE/Akelarre (12/01/2018) – En este Akelarre “yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.”
Para las más jóvenes, esto no es una canción de trap, un merengue,ni un reguetón. Tampoco es que haya decidido retomar mi catequesis. Ni que el Akelarre se haya convertido en una hoja parroquial. Si no que me sumo a la “confesión” de los “pecados” que hemos cometido durante las fiestas.
El otro día cansada de leer en redes sociales memes con muy mala leche “Sí, es 8 de enero, ¿te has pesado ya?”, anuncios de productos para adelgazar (en los mismos espacios donde días antes te animaban a ponerte hasta las tetas) o comentarios de amigas sobre “los kilos que habían cogido” puse una entrada en facebook que gracias a los comentarios inspiran este Akelarre.
“No entiendo donde está el drama de engordar en las fiestas navideñas, bueno, de engordar en general. ¡Si la gordura viene de momentos felices y disfrutados, bienvenida sea!
Este pensamiento cristiano de si has disfrutado luego tienes que sufrir a mí no me compensa. Qué queréis que os diga.
#stopdietas”
Estaba harta de escuchar/ leer cómo de una forma o de otra días después de fiestas, comilonas y excesos todo el mundo comenzaba su propia penitencia “laica”. Es cierto, ya no le decimos al cura que hemos pecado de lujuria, gula o pereza, ahora lo hacemos a través de facebook y nuestra penitencia no es rezar sino hacer dietas, salir a correr o apuntarse a gimnasios. Que no seré yo la que diga que no es recomendable hacer cualquiera de las tres cosas, pero lo que me preocupa son las motivaciones por las que lo hacemos y por ese “mea culpa” con el que nos bombardean cada enero, cada operación bikini, cada vuelta de vacaciones…
Hagamos un ejercicio y fijémonos en el tiempo que dedicamos a hablar de nuestro peso, calorías y pequeñas penitencias que nos ponemos cuando estamos sentadas en una mesa con amigas comiendo tomando algo o merendando tortitas, en lugar de estar disfrutando de la comida y la agradable compañía.
Nos han inculcado que si somos felices tenemos que sentirnos mal, que si disfrutamos de una comida con amigas al día siguiente hay que bajar calorías, nunca podemos estar a gusto con nuestros cuerpos, siempre en guardia para estar perfectas. Una perfección que jamás podremos conseguir porque es irreal. Vivimos en un sistema que prefiere tenernos ocupadas en entonar el “mea culpa” que en disfrutar de la vida y cuidarnos cuando lo tenemos que hacer.
Menos mal que Eva “solo mordió la fruta prohibida” si llega a comerse unas patatas fritas no quiero imaginarme lo que habría pasado.
Con este artículo no quiero decir que no nos cuidemos, pero que si lo hacemos sea por salud y no por ponernos una penitencia, que nos fijemos en quién pone nombre y precio a “nuestros pecados” y luego se encargan de poner nombre y precio a “nuestras penitencias”.
Para terminar, lo haré cómo empecé, entonando el “mea culpa” por no arrepentirme de disfrutar las fiestas y ser feliz con las mías y comenzar el año teniendo claro que la consigna es
PD: Vayan marcando en morado bien fuerte el próximo 8 de marzo en el calendario y agendas, que a partir de este fin de semana con la asamblea estatal de Zaragoza comienza la recta final para la #huelgafeminista