GETAFE/Akelarre (22/09/2017) – Hoy quiero echar la mirada para atrás a esa España en blanco y negro, pero con las gafas violetas. Quiero que este Akelarre sea un pequeño homenaje a las que “eran clandestinas”.
Leyendo aprendí que la historia la escriben los ganadores. Por esto mismo llevamos intentando recuperar la memoria de la lucha de quienes pintaron de dignidad con su coraje y fuerza la historia de nuestro país. Muchos han sido los homenajes a los compañeros que hicieron huelgas en las fábricas, o que organizaron a los estudiantes, pero tenemos una deuda pendiente, y es con las mujeres que hicieron posible años de lucha y de logros. Si las recordamos, lo hacemos con la coletilla “mujeres de..”, cómo pasa con una luchadora infatigable, como es Josefina Samper.
Sus batallas, sus peleas no era tan visibles pero las daban. Sus pelea nadie la cuenta nada más que ellas y «sin darle importancia», pero fue imprescindible para sostener la clandestinidad.
Hace un tiempo hablaba con Pepa y me contaba cómo de un viaje a Londres -organizado por el PCE para que pudiese abortar-, vino cargada de píldoras anticonceptivas en pleno franquismo para las camaradas y compañeras, y Marieta y Toñi me contaban cómo “gestionaban” ciertas recetas para conseguir las píldoras a sus compañeras. Otras, como Laura, sacaba de paseo a sus hijos y en el doble fondo del cuco llevaba el Mundo Obrero. Felipa visitaba a los camaradas que estaban en Carabanchel y que no tenían familiares cerca o también estaba Juana que se encargaba de cocinar para toda su familia mientras que ellos se organizaban, se escondían o estaban encarcelados. Además iba al ultramarinos, a comprar esa comida, de otra “mujer de preso político”, para ayudar económicamente. Otras escuchaban Radio Pirenaica con sus nietas a solas y las explicaban qué estaba pasando y por qué había que cambiar el país.
Estas vidas de lucha me parecen dignas de homenaje, si vivir dignamente es revolucionario, sostener la vida de tu gente en aquellos tiempos, lo era más. Cuando la lucha arrecia, la situación es tremendamente jodida: imprescindibles son quienes tejen redes de solidaridad, quienes nos cuidan.
Esto que es un homenaje al pasado, también es una mirada al futuro. Con el paso del tiempo, las mujeres nos organizamos, salimos a la calle y poco a poco hemos ido ocupando espacios públicos, hemos ido cogiendo otros roles. Aquí tengo que hacer mención al Movimiento Democrático de Mujeres y su impulso a la organización de las mujeres, que partiendo de principios cuidadores, se convirtió en el azote del franquismo en los barrios creando movimiento vecinal y con un potente discurso feminista que llegaba a los barrios para cambiarlos.
A pesar del paso del tiempo, seguimos teniendo una tarea pendiente: el reparto de cuidados. Los compañeros deben coger el testigo y al igual que nosotras hemos ocupado espacios de toma de decisión y responsabilidades, ellos se tienen que encargar de esa esfera invisible pero imprescindible que son los cuidados.
Este artículo que está enfocado a la esfera de la militancia se puede extrapolar a la vida cotidiana, pese a que estemos trabajando fuera de casa, pese a que estemos formadas, pese a que digamos que hemos cambiado mucho, los cuidados recaen mayoritariamente sobre nosotras. Es responsabilidad de todas y de todos repartirlos, hacernos corresponsables en todos los espacios que compartimos.
El mejor homenaje que podemos hacer a todas las mujeres es dar un paso al frente, reivindicar el valioso papel que jugaron nuestras antecesoras y reivindicar el importante papel que jugamos para cambiar este mundo.
Cada día estoy más convencida que con nuestra lucha, las mujeres pariremos un nuevo mundo.